Aprendiendo a quejarnos menos…

El reto más grande de todos hasta ahora, al menos para mi.

Los que estamos en casa no podemos (o debemos) quejarnos. Hay personas que les agarró esta pandemia fuera del país,  en los hospitales trabajando o en jornadas de 24 horas en su trabajo, y estar en casa encerrados es lo menos «desagradable» que nos pudo haber tocado.

Y ya nos damos cuenta, que nos quejamos de muchas cosas, no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y no es demagogia, es una verdad del tamaño de una flatulencia de King Kong, lo que pasa con estas frases que escuchamos 1000 veces y las olvidamos 1100.

Y lo mas importante que tenemos y no debemos de olvidar, son las personas. Decir te quiero, cuídate, etc. (Que seguramente estos días lo hemos dicho mas que en los últimos años) no es cursi, es humano, con esto necesitamos reivindicar el afecto, la ternura y las relaciones con las personas que mas queremos, los que tenemos cerca hoy decirlo y los que están lejos ahí si aprovechar las redes sociales y preguntar por ellos.

Mantente pendiente, hazlas sentir queridas y no te vuelvas quejar de lo que no tienes o puedes, pues llega una pandemia y te lo pone enfrente.

Aprender a «estar parado» gracias al coronavirus

Es la primera vez que me sucede esto, estoy seguro que a varios también y vaya que cuesta.

Un mes en casa, encerrados, lo único es que ahora tienes «tiempo».

¿Para qué? Para descansar, estar con la familia, reflexionar, para ordenar tu vida, para tus hobbies, para aquello que no puedes hacer normalmente, lo que es seguro es que no podemos pasar tirados en el sillón enojados quejándonos de este momento, hay que aprovecharlo.

Y eso conlleva el convivir, una gran lección de este covid19, porque vamos a pasar mas tiempo con la familia en estas semanas que en los últimos 3 o 4 años me atrevo a decir, si sumamos los minutos.

Y es que la convivencia conlleva problemas, el concepto de orden es distinto, unos prefieren unas películas y otros series, gustos musicales, vecinos haciendo ruido por las razones que tengan y esto no puede terminar por matarnos o acabando con las familias.

Aprendamos a convivir, a controlar el mal humor, el nerviosismo, la tensión, y practiquemos el «si lo que vas a decir no es mejor que el silencio, quédate callado» y si llegas a decir algo motivado por la tensión o el enojo, pide perdón de inmediato, no hay problema de comunicación  que no se solucione con dos palabras cariñosas y un abrazo sincero, así que quítate el ego y no alargues el ambiente de tensión.

 

 

 

 

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